BSO: La canción en catalán que más me gusta, L’Empordà, de Sopa de Cabra.
Pese a que sabéis que el debate nacionalista es muy de mi agrado, con este post no pretendo iniciar ninguna discusión identitaria donde defensores de una y otra bandera, e incluso apátridas y demás ciudadanos del mundo; nos arremanguemos los pantalones y acabemos de barro hasta las rodillas en una discusión sin final donde nadie acabará nunca teniendo la razón.
Esta es la historia de otra de las múltiples casualidades que han sucedido durante este viaje, pero la verdad es que ya van tantas que uno casi ni se sorprende. Todo empezó hace ya casi dos meses en Quito, Ecuador, cuando quedé con un viejo amigo de la Épica, el compañero Barrulas. Éste, junto con sus compañeros de proyecto, habían conocido a Javi y a Gisela que trabajaban en el Casal Català de Quito, algo así como una especie de lugar de encuentro de todos los catalanes que vivían o pasaban por la capital del Ecuador. Allí, ejercieron de perfectos anfitriones y pudimos acomodarnos, eso sí, apretaditos en el suelo, un par de días.

No parecía que iría más allá aquella historia que otra muestra de la bondad humana y un buen recuerdo de aquellas personas. Pero, amigos, lo que parece y lo que es no son lo mismo si la Épica se entremezcla entre ambos.
Así que un mes y pico después, todavía en compañía de mis padres, en el teleférico mirador de Quito, a más de 4000 metros sobre el nivel del mar, se escribió otro capítulo de esta historia. Mis padres se toparon en tan inimaginable paraje con unos compañeros de trabajo que hacía una buena cantidad de años que no veían. Tras la sorpresa lógica y la tanda de saludos se inició la típica conversación recordando los respectivos caminos que habían llevado a cada uno hasta esa escena. Y la conversación siguió normal hasta que se pronunciaron las palabras «Casal Català».

Efectivamente, esos excompañeros de trabajo de mis padres, eran, a su vez, los padres de Javi, que un mes atrás me había abierto su casa sin conocerme. Un fenómeno que casi se podría catalogar de paranormal. Y como las coincidencias nunca acaban, ese suceso acontecía un 11 de septiembre, fecha muy famosa en el mundo entero y doblemente en Catalunya, donde se conmemora el aniversario de la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas, o dicho de otra manera, el día nacional de Catalunya o la Diada.
Aprovechando la coyuntura, nos invitaron a asistir a la cena commemorativa que organizaba el Casal Català en un restaurante llamado Tibidabo, 16 dólares por barba mediante, como dato orientativo, en un país donde una cena en un lugar habitual rondaba los dos dólares.

Como la ocasión, la casualidad y el reencuentro lo merecían para allá que nos fuimos, dispuestos a repartir saber-estar y a dejar notar nuestro indisimulable charneguismo. Llegamos al restaurante y allí el único que parecía celebrar la Diada era el propietario, un orondo catalán que hizo su particular agosto haciendo pasar hambre a sus compatriotas y amigos.
Cuatro míseros cachos de fuet, unas olivillas negras, un poco de pan sin tomate y tres minúsculos canelones, bien regados por una botella de vino de la terra para cada ocho y una crema catalana de postre. En fin, que pasamos hambre, eso sí pudimos alimentar nuestro espíritu con el discurso del president del Casal que nos deleitó con gran parte del manual de politicucho separatista de gama baja, suavizando y matizando su postura cuando pronunció la parte final del discurso en un castellano bastante malo para la concurrencia que no hablaba catalán. Después, els Segadors que fui uno de los pocos que acompañé a grito pelao y sardanas. A las diez y media, cada uno para su casa.

Y rodeados de toda esa catalanidad, las conversaciones nos llevaron a muchas más coincidencias, la más grande, que Javi, además de ser el hijo de unos excompañeros de trabajo de mis padres, además de compartir algún que otro amigo en común, además de haberme acogido en su casa sin conocerme, fue el profesor de programación web del mismísimo webmaster de este humilde blog, el compañero Charlie.
Esa fue nuestra celebración de la Diada, que a decir verdad ya fue mucho más celebrada en mi caso que cualquier año.
Este post me ha quedado en la línea de últimamente, rajada tras rajada, pero lo del restaurante ese fue indignante. Eso sí, la compañía fue muy grata y las múltiples casualidades hacían merecedora a esta historia de una entrada en este blog. Dicho esto y antes de que me increpéis -sin razón- por anti-catalanista, en el Nombre de la Épica, Visca Catalunya!

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Como esperabais, un poco de ciclismo para hoy. Ha acabado la Vuelta a España y el ganador ha sido, por primera vez en 20 años, un italiano, Nibali. Segundo un enorme Mosquera y cuarto un exaltado Purito Rodríguez. Lástima de la caída de Antón. En términos generales, una gran Vuelta.
Mis felicitaciones a mi otrora odiado Abraham Olano, responsable del recorrido de la carrera. El homenaje en forma de foto va hoy para él.

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Por supuesto, nuestro más sentido pésame a uno de los ideólogos de este viaje, José Antonio Labordeta, viajero, escritor, cantautor, político y recordman del cagarse en todo.

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Por último, me han llegado noticias de que una buena amiga de la Épica, Katiusca, maravillosa persona con maravilloso nombre, está pasando por un muy complicado momento en la ciudad de Guayaquil. Desde este humilde blog, quiero mandarle toda mi energía y desearle todo lo mejor.
Un beso, amiga!
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Para cerrar, podéis seguir con las preguntas.