BSO: Caminante no hay camino, de Serrat.
Es sabido por casi todos los seguidores de este blog mi afición, casi enfermiza, por el ciclismo más Épico. Así pues, si se me permite la licencia, hoy coincidiendo con la victoria de Alberto Contador en el Tour de Francia, haremos algunas analogías ciclistas.
Las más grandes batallas del ciclismo de antaño se libraron sobre pavimentos en mal estado, de arena en muchos casos. Hoy en día si algo queda del ciclismo clásico son las clásicas del norte, que transcurren sobre adoquines en mal estado y que sacan de los ciclistas lo mejor de sí mismos.
Pues como las grandes luchas ciclistas, este viaje también transcurre alternando tramos de asfalto con otros materiales de diversa índole, sobretodo tierra, barro y piedras.
Bolivia es un país bastante atrasado en lo que a desarrollo se refiere, pero si en una faceta está carente de inversiones esas son las infrastructuras. Bastará con algunos ejemplos para darnos cuenta de la lamentable situación del país.

400 kilómetros separan Sucre de Santa Cruz de la Sierra, la segunda y la tercera ciudad del país. Un maltrecho y atestado autobús tardó la friolera de 16 horas en recorrer la distancia, la mayoría del tiempo por escrupuloso camino de arena y piedras.

Si he hecho algo Épico en este viaje es aventurarme a recorrer kilómetros por este país. Los buses son viejos y funcionan mal, los retrasos constantes y la compañía de lo más animosa. Odio profundamente a dos personas de las que desconozco su identidad: el inventor del Reggeatón y el inventor de los móviles que reproducen música. Menudo martirio. Además de eso, niños durmiendo en los pasillos, millones de bultos transportados por los bolivianos más típicos, una cholita roncando a mi lado, el hedor insoportable de la comida que los bolivianos más humildes llevan en bolsas de plástico, mucho hacinamiento, una madre con un niño sobre cada pierna durante las demasiadas horas de travesía… En definitiva, muy muy tercermundista todo.

Y en mi peregrinar por Bolivia, después de los ya narrados episodios de Uyuni y Potosí visité algunos de los lugares más célebres del país. Sucre, la capital administrativa y una ciudad verdaderamente interesante; después Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más próspera. Desde allí me desplacé a Samaipata, la última conquista del Che revolucionario y muy cercana a La Higuera, la aldea que le vio morir. Y de allí, tras breve paso por Cochabamba, mi llegada a La Paz, donde estuve casi dos semanas y escenario de una celebración mundial.

En definitiva, un tremendo pasear de prácticamente un mes, por los terribles caminos donde no se escriben grandes gestas ciclistas, sin embargo, la Épica y hasta que el asfalto la mate, seguirá más presente que nunca.
