Otra de las sorpresas que nos llevamos fue que de ese lugar que nos pareció tan sobrenatural, tan de escenario de “Tras el corazón verde”, no venía ni una sola palabra en nuestra querida Lonely Planet. Sí que habla de la Chapada Diamantina, Parque nacional situado en el estado de Bahía, a unos 300Km al interior de Salvador, pero solo de su parte norte, y el parque, como todo aquí en Brasil, es enorme, y en su parte Sur fue dónde descubrimos nuestras joyas.
En el norte está la ciudad de Lençois de la que se habla en varias guías, “websites“, y oficinas de turismo ya que se considera la puerta de entrada al parque y el punto de partida para visitar la “Cachoeira da Fumaça“, al parecer una cascada de 420 m de altura, en su caída el agua se deja llevar por el viento creando una nebulosa llamada de “Fumaça“.

Con nuestro guía en el medio del cañón
Intrigado por una foto que vimos en el menú de un bar de Sao Paulo, Charly hizo una búsqueda en Internet y decidimos dejar de lado el norte del parque e ir a Ibicoara en la zona sur. De allí tendríamos acceso a la “Cachoeira da Fumaçinha” y a “O Buracão” (el agujero).

Ibicoara es un pueblo pequeño, sumamente tranquilo, con hostales por 9 reais la noche (3 Euros) y cenas por similar precio. Disponen de dos “agencias de guías” ya que es obligatório entrar al parque con guía, en ” O Bicho do Mato” un joven rastas con un Brasileño difícil de entender nos explicó que el parque se encuentra a 32km y que de allí una caminata de 4h te lleva hasta la Fumacinha y otra de media hora hasta O Buracão.
Contratamos las excursiones y también un coche para que nos llevara (eso fue lo más caro) y al día siguiente a las 5 de la mañana tocamos diana para ir a Fumacinha.



Empezamos la excursión hacia las 7, caminamos por el lecho del rio que discurre por un bonito cañón, poco a poco este se va estrechando. Dando saltos de piedra en piedra y algunas veces por el medio de la vegetación selvática nos fuimos acercando a la Fumacinha. Un salto mal calibrado de Charly le llevó a darse un chapuzón de videos de primera, lástima que (aún no se porque) no estaba grabando ya que se veía a venir.

Más fresquito llegamos hasta el final del cañón, las paredes de este se juntaban hasta hacerlo desaparecer dejando antes un pequeño lago y una espectacular cascada con tres niveles distintos.





Al ser tan estrecho la luz no penetraba en el lugar a las 11 de la mañana, estuvimos bajo la cascada, extasiados, descansando, comiendo algo, observando los imperceptibles cambios de luz, sintiendo la humedad y el frío en la piel, viendo el verde del musgo cambiar de tono con la luz del sol, el lago iluminarse y de nuevo el sol despedirse de ese mágico lugar, estuvimos solos y disfrutamos de la visión durante un par de horas antes de volver hacia el coche con 4 h más de caminata con algún parón entre medio para bañarnos en las rojas aguas del río, Al parecer esas aguas contienen mucha materia orgánica y adoptan ese tono rojizo además de producir esa espumilla un tanto desagradable, pero el agua fresca no la despreciamos!


Al llegar al pequeñísimo pueblo que hay a la entrada del Parque nos tomamos una y después otra y luego otra y luego la “saidera” que nunca es la última, cerveza helada, estábamos sedientos y también sedientos de conversación con los lugareños a los que convencimos que debían promocionar un poco ese lugar bellísimo que era casi un secreto, algunos diréis que mejor así, y no hablamos de montar un Benidorm pero sí de sacar un poco más de provecho, se ve que en dos meses éramos los primeros turistas que necesitá bamos el coche del chófer que nos llevó (otros vienen en su propio coche pero realmente es muy poco).

Pero cuándo uno cree que ha visto lo más bonito sale un nuevo sol, se despierta un nuevo día y te montas en el mismo coche que te vuelve a llevar a la entrada del parque, andas unos 45 minutos hasta llegar a un estrechíssimo congosto por el que pasa un rio. El guía nos entrega unos salvavidas y nos dice que hay que cruzar nadando, nos metemos en el agua mientras él nos lleva las cámaras haciendo una pequeña escalada hasta cruzar el congosto en seco. Después de nadar unos 70 metros el congosto se abre bruscamente dejando ante nosotros una circunferencia de unos 200m de diámetro con una tremenda cascada de 90 metros de alto a nuestra derecha.



A nosotros la visión nos emmudeció, la luz entraba con fuerza en el “buracão” y cuándo miré a mis compañeros estos tenían una sonrisa de felicidad extrema en la cara.


Nos bañamos en el lago, cruzamos tras la potente cascada y nos lanzamos a través de sus aguas en una sensación que me devolvió a la infancia. No nos queríamos ir pero lo mejor es que al volver el guía nos hizo pasar por un lugar por dónde se veía el agujero pero esta vez desde arriba, la temible cascada asociada a la sensación de vértigo dieron aún más poder si cabe a ese lugar que se grabó en nuestra retina para siempre.




Por desgracia no pudimos conocer más de la Chapada pero estamos seguros que todavía esconde muchos secretos… os animo a descubrirlos!
